Abril, cerrar

Manuela Pedrón Nicolau 

Jaime González Cela

Texto de catálogo. El Postalero 22/23

El Postalero, Granada

[1] Cerramos FRÁGIL. Nos avisó Guillermo Espinosa de que estaban echando el cierre definitivamente en La tetería de la abuela. Debía ser verano u otoño de 2017 y allí, en la calle Espíritu Santo de Madrid, casi llegando a la placita, había ocurrido FRÁGIL durante las últimas décadas. Quizá el espacio independiente más longevo de Madrid, nos gustaba decir. Ocurría exactamente en la vitrina que hay junto a la puerta –y decimos hay porque en el bar que ahora ocupa el local ese microespacio que fue de exposición se mantiene. La vitrina medía casi un metro de ancho, medio de profundidad y metro y medio de alto, compartimentada en dos en la tercera parte superior por un listón de madera pintada,igualito a los que rodeaban toda la estructura de cristales. Las condiciones de este espacio, más 50 euros de producción y barra libre de cervezas para artista y comisarias, eran el marco de trabajo: la invitación base desde la que se desplegaban las propuestas que por supuesto a menudo lo desbordaban. Las prácticas artísticas cuando son mínimamente contextuales parten siempre de un marco, pero seguramente en los proyectos independientes el juego con las condiciones de base es aun más determinante. Un juego que no se queda solo en lo lúdico –que también– sino que refiere a la distensión y distorsión de las lógicas preexistentes. Nosotros llevamos FRÁGIL durante su último año. La clausura pilló con la obra de Clara Montoya dentro. Menos mal que Guillermo se la llevó a su casa, ahí al ladito, a buen resguardo. Él había sido uno de los comisarios que había llevado FRÁGIL en etapas anteriores y seguía cuidándolo en la distancia conceptual y la proximidad física: nos pasó el material de archivo que tenía, junto a consejos y trucos del lugar y vio cada una de las intervenciones que programamos. Tampoco fueron tantas. Tres para ser exactas: además de Antípodas de Clara Montoya, que abría un agujero virtual en el suelo de la vitrina para conectar el suelo de Malasaña con el cielo de Nueva Zelanda; en esta última etapa de FRÁGIL presentamos Symphonie ST00036435 de Rosell Meseguer, una parte de su Archivo OVNI donde unos platillos volantes dedicados al espionaje proyectaban en la última sala del bar lo que ocurría en la calle; y El futuro queda atrás de Ignacio García Sánchez, la vitrina de un museo arqueológico que –ya o aun– no existe. La experiencia con estas tres artistas nos reconectó con los ritmos y cuidados de la producción independiente. Veníamos de ahí, los dos habíamos empezado a experimentar con qué era eso del comisariado en colectivos –Catenaria y Calipsofacto– con proyectos autogestionados, pero después de unos años de trabajo institucional algunas cosas se olvidan. Tanto de esos primeros proyectos como de FRÁGIL sacamos un aprendizaje sobre los tiempos y formas de hacer independientes, mucho más conectadas con la vida. Y así es como los proyectos independientes se heredan, pasan de unas manos –y cabezas– a otras, a veces con fases de reposo. Así algunos programas desaparecen durante un tiempo y de golpe resurgen con nuevas perspectivas y condiciones, muy conectadas con etapas vitales. Otros proyectos, sin embargo, tienen un cierre abrupto, como FRÁGIL. Gran parte de la producción cultural de hoy en día funciona por proyectos y estos, como explica el filósofo Boris Groys, se rigen por lógicas temporales que no siempre coinciden con los ritmos vitales de quienes los impulsan. Es decir, uno idea un proyecto y empieza un diálogo con una institución que en el mejor de los casos decide apoyarlo e incluirlo dentro de su programación futura. Irremediablemente entre que tú has diseñado el proyecto y se ha acabado desarrollando han pasado varios meses o incluso años, en los que la vida sigue, las cosas cambian y algunas permean hacia el proyecto y otras no. Siempre hay un desfase entre las personas, los proyectos y las instituciones. Ese desfase puede provocar una arritmia vital que afecta al mundo cultural y a las personas que lo habitan. Sin embargo, los proyectos independientes a menudo logran funcionar con otras lógicas y durante un tiempo los ritmos vitales y de los proyectos se sintonizan. Una de las cosas más valiosas de experiencias, como El Postalero o FRÁGIL es que se despliegan cuando los impulsores quieren y pueden, se toman un respiro cuando la comunidad motor lo necesita y pasan a otra si así tiene que ser. La fragilidad de este tipo de espacios es mucha y suelen estar supeditados al momento vital de las personas implicadas, pero las cosas pasan cuando queremos.

 

 

 


 

 

 

[1] Cuando Elena, Louise y Dani nos escribieron para proponernos participar en esta publicación que cierra (su) El postalero, pensamos en ese día, en ese otro cierre, el de FRÁGIL. Después vimos que la fecha límite de entrega era el 23 de abril y lo primero que nos vino a la cabeza fue “Abril”, “Cerrar”, “Abril”, “Cerral”. Si no eres muy fan del buceo por youtube seguro que no te hace ninguna gracia, pero viene de una escena de un concurso de televisión puro estilo dosmiles; aun mejor, en su versión famosos y niños. La famosa tiene que hacer adivinar una palabra a la niña y para ello solo puede utilizar una palabra –obviamente, sin usar la palabra en cuestión ni derivadas. La palabra en esa ocasión es “mayo”. La famosa dice “abril”, la niña, que obviamente entiende “abrir”, dice “cerrar”. La famosa vuelve a repetir sin mucho esmero “abril” con un giro extraño de cabeza, una mueca algo confusa, y entonces la niña responde “cerral”. Así escrito quizá no tiene tanta gracia, pero puedes verlo en youtube poniendo en el buscador el título de este texto.

 

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