Naturaleza de un ecosistema efervescente

Sofía de Juan

Texto de catálogo. El Postalero 21/22

El Postalero, Granada

Yo era un estudiante de arte y, al igual que todos los estudiantes de arte, me animaron a creer que había algunas grandes figuras como Picasso y Kandinsky, Rembrandt y Giotto y así sucesivamente que aparecieron de la nada y produjeron una revolución artística. Al mirar el arte cada vez más, descubrí que esta no era verdaderamente la imagen real. Lo que realmente ocurrió fue que a veces se generaban escenas muy fértiles que involucraban a mucha gente […] Tipo de gente que creó una especie de ecología del talento. Y de esa ecología surgió una obra maravillosa. El período que me interesaba especialmente, alrededor de la revolución rusa, lo demuestra muy bien. Así que pensé que originalmente aquellos pocos individuos que habían sobrevivido en la historia -en la clase de teoría de la historia del “Gran Hombre “- eran llamados “genios”. Pero lo que me pareció interesante fue el hecho de que todos salieron de una escena muy fértil y muy inteligente. Así que me hice con esta palabra “scenius” – la inteligencia de un conjunto … operación o grupo de personas. Y creo que esa es una manera más útil de pensar sobre la cultura, en realidad. Olvidemos la idea de “genio” por un tiempo, pensemos en toda la ecología de las ideas que dan lugar a buenos pensamientos nuevos y buenos nuevos trabajos.

Scenius vs genius (2009) Brian Eno. Discurso para el Sydney Luminous Festival

 

El Postalero es una ventana. 

Es la puerta del backstage al proceso creativo de una generación. 

Una píldora de realidad que deja una sensación efervescente. 

Una bebida isotónica. 

Un dron, un telescopio y una lupa (todo en uno) que componen una imagen cercana a la realidad que deseamos. 

Una máquina de rayos X que excava en la intimidad del autor, del receptor y del mundo y desvela una verdad que nos inunda. 

Una celebración de lo diferente. 

Un puñado de certezas vulnerables. 

Un juego de conexiones infinito. 

 

El Postalero explora, transforma, supera y subvierte el formato postal. En su libro Pictures in the Post, the Story of the Picture Postcard, de 1959, el autor Richard Carline dice que es imposible verificar todas las teorías sobre cuál habría sido esa primera postal con imagen y quién la habría inventado. También dice que quizás no tuviese mucho sentido hacerlo. 

La postal como incógnita. 

La postal, como artefacto y símbolo que escapa a todo dispositivo de control contemporáneo y puede cruzar fronteras sin fiscalización. La postal como medio de comunicación. Abierta como un micrófono, un altavoz, una pantalla gigante. Íntima como un diario, una nota secreta que pasa de mano en mano en clase, un WhatsApp, un dibujo con vaho en un espejo. 

Sin destinatario, nos llama como una bengala, como un SOS en morse, como un neón, como un rescate, como un mensaje en una botella que llega a nuestros pies paseando por la playa. Y es imposible pasar de largo. 

 

El Postalero es el escaparate de un ecosistema. Y el cuidado de este ecosistema para por el cuidado de su diversidad, de ese espacio húmedo y fértil en dónde crece lo posible y lo insólito. 

Es un espacio anticompetitivo en el que el error es algo sagrado y la experimentación un estandarte. En dónde cada especie se nutre de aquellas que la rodean y nutre a su vez a las que la acompañan. Y es en esos nodos de convergencia en los que surge la magia, la evolución, lo inesperado. 

 

Este ecosistema de artistas jóvenes (heterogéneo, libre y plagado de alter egos) nace de una naturaleza compartida. 

Comparten cicatrices y preguntas, 

un cierto tono irónico en sus voces, 

Una búsqueda 

y un sentimiento firme de comunidad que crece, está creciendo, en las lindes de una sociedad que fomenta la fractura y el canibalismo. 

El Postalero es una Arcadia. 

El Postalero es una comunidad 

en la que mirarnos.  

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